El Evangelio
¿Cómo estoy con Dios?
¿Sabes cuál es la pregunta más importante en toda la vida? No es, “¿Cuánto dinero tengo?” ni es, “¿Con cuántas personas me caigan bien?” tampoco es, “¿He sido yo una buena persona?” No, la pregunta más importante es, “¿Cómo estoy con Dios?” Cuando esta vida termine, y yo esté delante de Dios (y Su Palabra nos dice que todos estaremos ante Él en juicio - 2 Timoteo 4:1), ¿me aceptará a Su presencia o no?
Algunas personas piensan que parte de la respuesta a esta pregunta (¿Cómo estoy con Dios?) supone que sean agradables o una buena persona, pero para responder verdaderamente a esta pregunta, no debemos limitarnos a lo que hemos escuchado o lo que podría tener sentido para nosotros en base a nuestra experiencia; sino, debemos escuchar a Dios mismo en Su Palabra (la verdad - Juan 17:17) para estar seguros de tener la respuesta correcta.
El Problema
Dios nos dice en Su Palabra (la Biblia) que ninguno de nosotros es “justo” según la norma perfecta de Dios (Romanos 3:10-12). Claro, podemos ser relativamente mejores que el vecino, pero eso no nos hace buenos en la escala de Dios. Mira que Dios es perfecto, sin pecado ni error, por lo que debe juzgarnos en consecuencia. Mateo 5:48 nos dice que, si queremos ser aceptables para Dios, debemos ser perfectos como Él es perfecto. Estoy seguro de que estás pensando lo mismo que yo ahora mismo...bueno, nadie es perfecto. No soy perfecto y tú no eres perfecto; entonces, ¿cómo puede Dios esperar que yo sea perfecto? La respuesta es que Dios tiene que mantenernos en esa expectativa porque Él es santo, santo, santo (Isaías 6:3). Eso significa que Él no puede pecar (Santiago 1:13) y no puede tolerar ninguno de nuestros pecados (nuestras malas acciones).
Algunas personas creen que no han pecado mucho, pero cuando consideramos la Ley de Dios (los diez mandamientos - Éxodo 20:1-17), encontramos que hemos violado la ley perfecta de Dios repetidamente en nuestras vidas. Dicho esto, realmente no importa cuántos pecados hayamos cometido porque Dios no juzga en una escala relativa para determinar si nuestras buenas obras pueden de alguna manera superar nuestras malas acciones. Santiago, el medio hermano de Jesús, nos vuelve a decir que “cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos” (2:10). ¿Sabes lo que eso significa? Significa que incluso un pecado quebranta la ley de Dios y es digno de castigo. De hecho, aún David nos dice que somos pecadores desde el momento de nuestra concepción (Salmo 51: 5), y el apóstol Pablo está de acuerdo con él cuando dice, “tal como el pecado entró en el mundo por un hombre, y la muerte por el pecado, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron” (Romanos 5:12). La realidad es que “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y lo que merecemos a causa de nuestro pecado es la muerte, la separación eterna de Dios y Sus bendiciones (Romanos 6:23).
No son muy buenas noticias, ¿verdad? De hecho, son muy malas noticias, pero es la verdad. Dios siempre nos dice la verdad (Tito 1:2), no importa lo difícil que sea escuchar.
Las Buenas Noticias
Eso, sin embargo, no es dónde termina la historia, porque después de que entendamos las malas noticias, ¡Dios nos da noticias asombrosamente buenas (el evangelio = buenas noticias)! El problema de nuestro pecado, que no pudimos resolver, ni siquiera con nuestras buenas obras, lo resolvió Dios en la persona de Jesucristo. La Biblia nos dice que Dios el Hijo se hizo hombre (Filipenses 2:6-7), y vivió una vida perfecta y sin pecado (2 Corintios 5:21), pero eligió morir en la cruz del Calvario, no por los suyos pecados (porque no tenía ninguno), sino por aquellos que lo recibirían como Señor y Salvador. Romanos 10:9 dice, "que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo". Eso significa que debemos confesar y arrepentirnos de nuestros pecados, pidiéndole a Jesús que sea el Señor (el jefe, el Rey) de nuestras vidas; y debemos confiar solo en Él como nuestro único Salvador, nuestro único sustituto que tomó la ira de Dios en nuestro lugar, para que podamos ser salvos del castigo de la separación eterna de Dios (muerte, infierno).
Juan 3:36 dice, “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él”.
¿Estás cansado de intentar resolverlo todo por tu cuenta? ¿Ya entendiste que simplemente no eres lo suficientemente bueno? ¿Te das cuenta de que eres un pecador que necesita un Salvador? ¡Jesucristo es el único Salvador! Dijo: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Lucas dijo, “Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos” (Hechos 4:12).
Si deseas saber más sobre cómo puedes pedirle a Jesús que sea tu Señor y Salvador, contáctanos por office@montanaave.org o llámanos al número (208) 459-2137. Queremos ayudarte a conocer la esperanza y la paz que solo existe al conocer a Jesucristo como tu Señor y Salvador.